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Género y metodología cualitativa en las investigaciones y acciones sobre alimentación y nutrición en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán: 1986 a la fecha

Por Sara Elena Pérez Gil R. y Ana Gabriela Romero J.

Por Sara Elena Pérez Gil R. y Ana Gabriela Romero J.

Departamento de Estudios Experimentales y Rurales, Dirección de Nutrición, INCMNSZ

“La vida no es la que uno vivió,

sino lo que recuerda y cómo la recuerda para contarla”

Gabriel García Márquez en Vivir para contarla

Introducción

El presente documento es fruto de nuestro trabajo realizado por más de 30 años en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ) relacionado con los temas de género, alimentación y nutrición inscritos en el marco de la antropología alimentaria.  El objetivo de este texto es compartir una serie de reflexiones sobre la categoría de género y la metodología cualitativa, tanto en las investigaciones de alimentación y nutrición como en las actividades de los programas de acción comunitaria que hasta el momento continuamos llevando a cabo un grupo de nutricionistas y antropólogas del Departamento de Estudios Experimentales y Rurales. Para cumplir con el objetivo hemos dividido el texto en tres apartados: en el primero discutimos brevemente la diferencia entre alimentación y nutrición, términos que por lo general se han utilizado indistintamente, y que es necesario definirlos para entender donde estamos ubicadas. En el segundo hacemos un breve recorrido de las principales aproximaciones teóricas y metodológicas de los estudios  realizados  – desde los años cincuenta hasta los ochenta –  en lo que antes se llamaba División de Nutrición y ahora Dirección de Nutrición. Y en un tercer apartado, destacamos la importancia de incluir la perspectiva de género en las investigaciones y acciones de nutrición y alimentación.

La pregunta: ¿Alimentarse o nutrirse?

Partimos de nuestro interés por estudiar la alimentación desde una perspectiva sociocultural que incluye no solo adentrarse en los aspectos sociales, culturales, económicos y políticos, sino en sus relaciones con la biología. El hecho de comer, como lo señalan Contreras y Gracia (2005: 13), “está indisolublemente ligado tanto a la biología de la  especie humana como a los procesos adaptativos empleados por los humanos en función de sus particulares condiciones de existencia, variables, por otra parte, en el espacio y en el tiempo.” Es así que alimentarse es un acto voluntario que incluye lo que sucede con el alimento antes de entrar a la boca y la nutrición es un asunto fisiológico y de la salud, es un acto involuntario que ocurre dentro del organismo, aunque en muchas ocasiones se utilizan como sinónimos. Los dos son igualmente importantes, sin embargo nosotras estamos interesadas en el hecho alimentario, en la comida, que es más que una mera colección de nutrimentos elegidos de acuerdo a una racionalidad estrictamente dietética o biológica, es decir, centramos la atención en las diferencias y similitudes genéricas, de edad, de etnias, principalmente y en el acceso, la obtención de alimentos, los consumos, los gustos, las preferencias, las aversiones, la disponibilidad, entre muchas otras temáticas de la antropología alimentaria.

Para Aguirre, “frente a la universalidad del hecho biológico se nos presentan infinitas formas que ha tomado la satisfacción en gente de distintos pueblos, en distintos lugares a través del tiempo” (Aguirre, 2004: 1). La misma autora argumenta que una característica relevante de la alimentación, analizada desde un punto de vista antropológico, es que las formas culturales de comer terminaron condicionando la necesidad biológica de hacerlo. Estamos conscientes que la alimentación no es un tema exclusivo de las ciencias sociales, pues constituye un tópico intersticial de articulación de lo biológico con lo social y que debido a esta peculiaridad su estudio, como lo expresa Gracia, está amenazado de caer en una “pequeña sociología” dispuesta a colaborar con las ciencias duras interesadas por los alimentos o la alimentación (Gracia, 2005). Recapitulemos, ese acto que parece tan sencillo, como es el repetido hecho de comer, debe ser visto, como un hecho complejo, como un evento que no es exclusivamente “biológico” ni tampoco totalmente “social”, que une lo biológico y lo cultural de una manera tan indisoluble que difícilmente puede separarse (Aguirre, 2005; Contreras y Gracia, 2005; Gracia, 2007).

El estado nutricio de las poblaciones, punto central en los estudios que realizamos, es analizado y discutido como efecto, no solo de qué se come y cuánto se come, sino además por qué se come lo que se come, con quién, dónde y en qué momento se come,  nos permite adentrarnos en el conjunto de relaciones sociales que prevalecen en cada sociedad.  Dentro de este marco, los estudios socioculturales de la alimentación  generan y recuperan nuevos conceptos y categorías provenientes de las ciencias sociales, entre ellas  el género que nos ocupa en este texto

Las mujeres en los estudios de nutrición/alimentación: diversas miradas a través del tiempo

Como mencionamos anteriormente, desde mediados de la década de los años cincuenta, el Instituto Nacional de Nutrición (ahora INCMNSZ) inició de una manera sistemática los estudios de nutrición y alimentación en zonas rurales de México cuyo propósito fue conocer la magnitud y distribución geográfica de la desnutrición infantil y preescolar. En un primer momento no se desagregaban los datos por sexo, aunque algunos investigadores de las ciencias sociales ya hablaban que las niñas se encontraban en desventaja con respecto a los varones de su misma edad, y no fue sino algunos años después cuando los datos de estos grupos etarios comenzaron a desagregarse por sexo (Pérez Gil, 2006).

Aquí hacemos un primer paréntesis para describir el abordaje de la situación de las mujeres rurales hace más de 40 años y que constituye una de las escasas denuncias realizadas  por nutricionistas en el Año Internacional de la Mujer. En aquel año, 1975, el Instituto Nacional de Nutrición, publicó un pequeño documento titulado El nivel de vida de la mujer campesina, en el cual las autoras “se dieron a la tarea de dar a conocer  algunos aspectos de la problemática de mujeres rurales en una comunidad del estado de Puebla llamada Tezonteopan […] pretendimos, no solo denunciar una situación, sino invitar a todos a pensar en medidas concretas para su solución, y sobre todo actuar organizadamente para que en forma más efectiva la sociedad logre el ejercicio, en plenitud de los derechos de la mujer” (Muñoz de Chávez y Martínez, 1975: 4). El texto  enfatiza en las agresiones del ambiente, tanto biológicas como sociales que deterioran la salud y bienestar durante el ciclo biológico de las mujeres del medio rural, no obstante, es importante subrayar que para esos mismos años no encontramos artículos publicados de denuncia, de crítica, o de reflexión sobre la situación alimentaria y/o nutricional de las mujeres en el país.

EL  principio de conocimiento válido de los estudios alimentarios y nutricionales, de aquellas décadas, fue el del paradigma de las ciencias experimentales y en la medida en que se “aplicaba a lo social” se le reconocía “científicamente”. El método de las ciencias experimentales, de acuerdo con Avila, consistía en comparar dos o más sucesos calificados como variables, algunas independientes y otras dependientes, las diferencias se cuantificaban y relacionaban estadísticamente (Avila, 1990). No pretendemos minimizar la importancia de este tipo de estudios que continúan llevándose a cabo dentro del campo de la nutrición, solo ejemplificar de una manera breve lo que prevaleció de los años cincuenta a los noventa del siglo XX. En la propuesta del modelo ecológico de Cravioto y Arrieta (1983)  observamos un interés, ya no solo del efecto  de una ingesta inadecuada de alimentos, sino una “explicación circular” dividida en tres vías:  la primera vía hacía alusión a las sociedades preindustriales, la falta de tecnología y de excedentes; la segunda enfatizaba el abandono de la escuela y lo que esto trae consigo, como matrimonios jóvenes y embarazos adolescentes;  y la tercera vía donde el énfasis se centraba en los procesos infecciosos  producto de la desnutrición y la comparaban con “una  ramificación  de la persistencia”,   lo que los investigadores llamaron “conceptos primitivos de sanidad y enfermedad”.  Estos círculos viciosos de la desnutrición fueron, según Avila, una velada confesión de circularidad tautológica que recorrió la línea de investigación  acerca de los problemas nutricionales durante las décadas referidas.

En cuanto a las mujeres, no al género que no se mencionaba en aquellas encuestas e investigaciones, y que constituían  “los sujetos de análisis” de los estudios, cobraban interés en “tanto madres”, en otras palabras, su relevancia radicaba en el hecho de ser las “nutridoras”, las responsables y cuidadoras de la salud y alimentación de toda la familia, las depositarias de las acciones de los programas de salud y nutrición y los vehículos para llegar a las familias. No se cuestionaba ni discutía su papel como madres, no se les visibilizaba y no se les daba voz.

Por lo que respecta a los abordajes metodológicos en los proyectos de investigación alimentaria y/o nutricional, los de tipo cuantitativo prevalecieron hasta finales del siglo pasado. La representatividad de las muestras seleccionadas de los grupos poblacionales, la neutralidad, la objetividad, la verificación empírica, la medición y la generalización, entre otras características de estos acercamientos, fueron y continúan siendo parte de los paradigmas de las investigaciones nutricionales. No pretendemos entrar aquí en un debate de lo cualitativo/cuantitativo, ya que los puntos de tensión han sido muy variados. Tal y como lo expresan Denman y Haro (2000), no solo responden  a tradiciones disímiles sino a estilos muy diferentes de concebir la investigación y sus objetivos, incluso el carácter mismo de la realidad.

De nuevo hacemos un paréntesis para reflexionar acerca de la interrogante que se han hecho innumerables investigadores/as ineteresados/as en el tema, ¿qué es la investigación cualitativa en salud? y coincidimos en que la respuesta no ha sido sencilla y, por lo general, ha resultado poco satisfactoria y convincente a lo largo de los años. En las ciencias de la salud donde la nutrición y alimentación están inmersos, existen diversos paradigmas, acercamientos, orientaciones, aproximaciones, perspectivas, enfoques o marcos teóricos, así como una multiplicidad de términos que remiten a distintos momentos históricos de la discusión, a autores con posturas poco o nada coincidentes, e, incluso a posiciones o tradiciones teóricas, políticas e ideológicas divergentes; a veces solo conducen a la utilización de distintos términos, pero empleados como sinónimos, ejemplo de ello es la categoría de género que en muchas ocasiones es utilizada como sinónimo de mujeres y de sexo, o solo aluden a las diferencias sexuales.

Sin embargo, y ante tal multiplicidad de denominaciones y clasificaciones, volvemos al objeto de este trabajo que es el género y retomamos una pregunta más cercana a nuestro quehacer académico que es la siguiente: ¿qué relación tiene quien investiga con la realidad que investiga?  La cuestión epistemológica que exige una definición respecto al tipo de relación que se establece entre el o la científica que conoce y la realidad que se conoce constituye el punto de partida indispensable, y aunque se comparta el mismo episteme, como lo expresan Salas y Pérez Gil (2015), los marcos teóricos no siempre son los mismos y en ocasiones hasta se superponen. En este sentido, en congruencia con nuestra postura teórica, seleccionamos los métodos, los cuales combinados con la teoría, han constituído nuestra metodología de investigación desde hace más de 30 años. Para encontrar el significado de la realidad recurrimos a los abordajes cualitativos, dando vida a voces silenciadas en el paradigma de la ciencia positivista o neo-positivista propia de disciplinas básicas que consideran que la realidad puede conocerse objetivamente y sin sesgos, tomando distancia de lo que se investiga (Salas y Pérez Gil, 2015). Específicamente en el tema de género no nos interesa solamente explicar la situación de las mujeres y de los hombres frente a la alimentación para predecir y controlar algún evento, sino  criticar y transformar las estructuras de género que dan lugar a la desigualdad e inequidad de las mujeres en el tema de la comida, desde su acceso hasta su consumo, y,  no solo de las mujeres.

No deseamos pasar por alto el tema de la “educación en nutrición” que hasta el momento continúa siendo un punto álgido en las acciones de salud y que nos preocupa porque con frecuencia “los discursos médicos-nutricionales” siguen teniendo un componente “convencional” y/o “tradicional” partiendo del hecho de que las mujeres-madres, o sea,  “las otras”, no saben cómo alimentar a sus hijos e hijas. “Mujeres culpabilizando a mujeres” es la fórmula que ilustra más claramente la educación nutricional (Cardaci, 1990) y hoy en día esta relación vertical y monológica constituye uno de los componentes centrales en los programas de alimentación (Pérez Gil y Romero, 2012). Sobre este punto no ha cambiado mucho la mirada hegemónica de la educación.

En relación con la normativización dietética, otro componente de la educación nutricional, Aguirre comenta lo siguiente: “no todas las personas pueden comer aún en países con producción suficiente de alimentos, ni otras, aún accediendo a toda clase de alimentos no comen `bien´ según lo que se clasifique como `bueno´, ya sea que comen `mal´ porque se `llenan´ pero no se `alimentan´ (dependiendo del discurso nutricional), o comen `mal´ porque gastan demasiado, o porque lo hacen sin acuerdo a las normas gastronómicas vigentes de moda. Otros restringen sus opciones (ayunantes, vegetarianos, macrobióticos, etc.) por motivos ideológicos, creencias religiosas, salubristas o puro convencimiento personal. Mientras que algunos grupos se identifican con un tipo especial de alimentos, otros los detestan”(Aguirre, 2004: 2). En otras palabras, el hecho de que reflexionemos sobre la comida, no garantiza que podamos comer, ni que sepamos comer, ni que querramos comer, habría que recapitular sobre el proceso enseñanza-aprendizaje y sus contenidos si lo que pretendemos realmente es transformar aquellos saberes y prácticas alimentarias que causan algún daño a la salud. La normalización dietética se ha concretado en torno a la dieta equilibrada, basada en la restricción y promoción del consumo de ciertos alimentos, cuyo objetivo, además de que los individuos “coman saludablemente”,  es normalizar la vida cotidiana (Coveney, 2006).

¿Por qué incluir la categoría de género en los estudios de alimentación y nutrición?

No es propósito de este apartado  discutir sobre las diferentes definiciones que se le han dado al término de género, por el momento nos limitaremos a señalar que es un conjunto de características diferenciadas que cada sociedad asigna a hombres y mujeres y que las diferencias en las relaciones entre los dos sexos  dan lugar a desigualdades y a inequidades. Ya lo habíamos comentado párrafos más arriba, las mujeres en tanto madres eran, y continúan siendo, el foco de interés en los estudios de nutrición y/o alimentación debido a que sobre ellas recae exclusivamente la salud y la alimentación de sus familias. Pensar qué alimentos se van a comprar y dónde, preparar la comida, repartirla, luego lavar y acomodar “los trastes” y estar al pendiente de las consultas de los hijos e hijas son una “cuestión femenina”, y por lo tanto así hay que estudiarla. Esta responsabilidad natural/cultural se resume  en la obligación femenina de nutrir a los diferentes miembros del grupo, de ofrecerles, a través de las prácticas alimentarias los alimentos listos para consumir.

Podríamos aventurarnos a ubicar la aparición del interés por estudiar a las mujeres bajo una óptica diferente a la de su rol como  “madre y cuidadora”, a finales de la década de los ochenta cuando se iniciaron los primeros estudios relacionados con la lactancia en los que se comenzó a incluir en el marco teórico el Modelo Médico Hegemónico (MMH), la categoría de género y la metodología cualitativa. Es decir, arrancaron los estudios de la mujer en el área de nutrición y alimentación con los mismos temas de los primeros años de los estudios alimentarioss y nutricionales, desnutrición infantil y preescolar, ablactación y lactancia, pero ya no centrados en los y las niñas, sino planteando críticas a los abordajes teórico-metodológicos hegemónicos utilizados hasta ese momento y proponiendo otras miradas, ya no solo se trataba de visualizar a las mujeres como receptoras naturales de responsabilidades preventivas, terapeúticas y asistenciales, sino dándoles voz, profundizando en sus representaciones sociales, percepciones, saberes, prácticas, hábitos, comportamientos y significados alimentarios.

Ejemplo de lo anterior, fueron algunos de los hallazgos derivados de una investigación realizada en comunidades zapotecas de la sierra de Oaxaca, donde al interrogar a una mujer sobre el tiempo que había proporcionado leche materna a sus hijos, comentó que a su hijo varón le había “dado pecho” por más de un año, mientras que a su hija solo tres meses. Al interrogar a la madre acerca de los motivos, expresó lo siguiente, “como los niños necesitan fuerza porque salen a trabajar al campo, requieren la leche de la madre, y las niñas, como se quedan en la casa haciendo el trabajo y cuidando niños, no necesitan tanta fuerza”, en suma, la leche materna y el trabajo masculino fuera de la casa  son sinónimos de fortaleza a diferencia del trabajo doméstico que realizan las mujeres. Lo anterior es relevante porque  la categoria de género permitió adentrarnos en las narrativas  de las mujeres y desentrañar aspectos que con una perspectiva teórica y metodológica diferente no hubiéramos conocido. Desde la elaboración de las preguntas de investigación, hasta el análisis de los resultados, la perspectiva de género fue nuestra guía y fue así como logramos comprender las representaciones sociales de la lactancia de las mujeres zapotecas. Describir e interpretar  lo que dicen las mujeres-madres-esposas en cuanto a la alimentación de toda la familia es indispensable para entender las diferencias en el acto de comer. Reconocemos que los problemas de salud  y nutrición de las mujeres varían sustantivamente en las diferentes etapas de la vida y la diversidad de las aproximaciones teóricas y metodológicas de las ciencias sociales en el área de la salud, enriquecen aquellas explicaciones que no se sustentan exclusivamente en el nivel biológico otorgándole un papel central a los factores socioculturales y psicológicos.

Por último, retomamos a Gómez, quien señaló que la utilización del enfoque de género como herramienta analítica lejos de conducir a reduccionismos de la realidad, ha enriquecido los marcos teóricos explicativos del proceso salud-enfermedad-atención, develando algunas situaciones diferenciales entre hombres y mujeres (Gómez, 1993). Utilizar la perspectiva de género ayuda a comprender mejor la situación femenina, mas no a resolverla; la utilización del género, como lo discute Muñiz (1997) ha mostrado una serie de discusiones teóricas y metodológicas que siguen ocupando la escena de los debates en los estudios de las mujeres, y los estudios de salud y nutrición no son la excepción. Conscientes de lo anterior, en la actualidad continuamos incluyendo esta perspectiva en todas nuestras actividades de investigación y de acción, así como en la formación de recursos humanos.

La situación alimentaria de las poblaciónes, sus comportamientos, tradiciones, prácticas  alimentarias no son algo estático, “la historia de la alimentación humana presenta la paradoja de durables conservadurismos y de profundas transformaciones” (Gracia, 2013: 79), y por consiguiente, los problemas de salud y las aproximaciones teóricas para comprender esta situación también se han transformado. En la actualidad conviven en México la desnutrición de ciertos grupos poblacionales y la obesidad en otros, asimismo la estigmatización hacia la anorexia, bulimia y obesidad existen junto con la irracionalidad en algunos discursos médicos-nutricionales que promueven el consumo de ciertos alimentos y prohiben otros, olvidando que el acto de comer no es un acto meramente biológico sino cultural. Nuevos temas, además del género, hemos incorporado a los estudios de alimentación y nutrición como son la medicalización, la interculturalidad, la sustentabilidad, la aproximación ecosistémica de la salud, la deslocalización, la comensalidad, la percepción, las representaciones sociales, los saberes, la interseccionalidad, entre otros, pues partimos del interés de ampliar las diferentes miradas científicas y de incluir en nuestros proyectos una perspectiva integradora y transdisciplinar. Recordemos, comer no es solo ingerir  alimentos y nutrientes, es producir, distribuir, preparar y después consumir donde se revelan la diferenciación y la identidad del grupo y donde la operación básica es comer (Carrasco, 2003).

Bibliografía

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